Autismo y natación: la clave para mejorar la estimulación y salvar vidas

Los niños con trastorno del espectro autista tienen 160 veces más posibilidades de ahogarse que otros niños sin esta condición. Ante el enorme riesgo, los expertos recomiendan incursionar en la natación desde temprana edad. Las claves del aprendizaje.

El ejercicio de la natación tiene múltiples beneficios para los niños con trastornos del espectro autista.

El agua tiene un atractivo especial para muchos niños con trastornos del espectro autista (TEA). Esta fascinación puede llegar a ser peligrosa, especialmente cuando se combina con una tendencia a «pasear» sin supervisión.

Trágicamente, la Asociación Nacional de Autismo en Estados Unidos reportó que entre 2009 y 2011 el ahogamiento accidental concentró el 91 por ciento del total de muertes en niños estadounidenses con autismo de 14 años o más jóvenes, que se salieron de la supervisión de sus padres o cuidadores. Según una investigación reciente, publicada en el American Journal of Public Health, los niños con autismo tienen 160 veces más posibilidades de ahogarse que otros niños sin esta condición.

Por este motivo, los expertos creen que es posible ayudar a reducir ese riesgo a través de la natación. Esta actividad, dicen, podría mejorar significativa y simultáneamente la coordinación, el comportamiento, la capacidad de aprendizaje en otras áreas, fortalecer el cuerpo y reducir la ansiedad. Muchos niños con esta condición tienen una tendencia a pasear sin supervisión y, en zonas de piscinas por ejemplo, la aparente serenidad del agua los atrae.

El autor principal del estudio, el doctor Guohua Li de la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia, opinó que «las clases de natación deberían ser la máxima prioridad de acción» y añadió que los niños «deberían comenzar lo más pronto posible después de ser diagnosticados en la edad dos o tres años, incluso antes de cualquier tipo de terapia conductual o de habla.

Los niños con autismo tiene una tendencia a alejarse de la supervisión y pueden sufrir lesiones.

«Con problemas de comunicación y de habilidades sociales, los niños autistas tienden a buscar el alivio de su ansiedad aumentada en la serenidad que sienten los cuerpos en el agua. Desafortunadamente, este comportamiento conduce demasiado a menudo a tragedias», señaló Li en una entrevista con MedicalNewsToday.

Li y sus colegas evaluaron para su análisis los certificados de defunción de más de 1.300 personas autistas entre 1999 y 2014 y descubrieron que las muertes entre las personas con autismo aumentaron alrededor de 700 por ciento desde que comenzó su estudio.
Con estos resultados, la investigación comprobó que los que están dentro del espectro son tres veces más propensos a morir a causa de una lesión que la población general e incluso sugirieron que la tendencia puede ser mayor a lo que dice la cifra. Junto al ahogamiento, la asfixia fue la segunda causa más común de muerte en autistas, según la publicación en el American Journal of Public Health. De acuerdo a estos datos las personas con autismo incluso tienen una expectativa de vida mucho menor al promedio de la población general.

Cómo enseñar natación en casos de autismo

Si bien la enseñanza práctica es la misma, cada niño con autismo necesita la atención de una persona preparada. María y Andrew Ross, fundadores de Sensory Swim, un programa de natación individual muy popular en Estados Unidos y que cuenta con más de 4 mil estudiantes en los últimos 10 años, compartieron algunos de los elementos básicos de una clase de natación real para un niño autista en una entrevista con el sitio especializado Parents.

En niños autistas, el agua tiene un atractivo especial, lo que puede ocasionar accidentes.

«Enseñarle a un niño en el espectro es una batalla cuesta arriba si uno no se ocupa de los miedos y comportamientos», indicó Andrew Ross. «La natación es patear, respirar y dar brazadas, nada más. Pero si un niño es temeroso, es necesario lograr que se relajen y confíen en vos». En este sentido, el instructor sostiene que las clases grupales no ofrecen esa oportunidad.

«La mayoría de los instructores repetirán ‘no hay nada de qué temer’ una y otra vez, pero esa es la manera incorrecta de manejarlo. Si un niño está asustado de sumergirse, les decimos que nosotros también tenemos miedo de sumergirnos. Entonces proponemos hacerlo juntos. La vulnerabilidad es una herramienta poderosa cuando se usa correctamente. Muchos instructores fuerzan a los niños, pero luego no se sumergen con ellos. Nosotros compartimos esta experiencia con ellos y celebramos cada pequeña victoria».

Mary, su compañera, está de acuerdo con esa filosofía. «Lo mejor que se puede hacer es enseñarle al niño a respirar correctamente por encima del agua primero. La reacción natural de nuestros cuerpos es cerrar la boca y tensarnos mientras sostenemos la respiración. Pero los niños necesitan relajarse y respirar en soplidos cortos como con las velas de cumpleaños. Una clave para los padres es asegurarse de que esta experiencia también sea divertida». De esta forma, con instructores especializados y paciencia, se puede incorporar la natación a la rutina estimuladora de cualquier niño con un TEA para evitar accidentes.

Fuente

infobae.com

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